La Filiación Apostólica: Pilar de la Transmisión Sacerdotal en la Iglesia
Línea de obispos ortodoxos vestidos con ornamentos litúrgicos, simbolizando la sucesión apostólica en las Iglesias de Oriente.
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Definición y Significado de la Filiación Apostólica
La Filiación Apostólica es un concepto clave en la doctrina cristiana, refiriéndose a la transmisión continua y sin interrupción de la plenitud del sacerdocio, conocida como el episcopado. Este proceso ha sido esencial desde los tiempos apostólicos, asegurando que los poderes conferidos originalmente por Cristo a sus Apóstoles se hayan transmitido de generación en generación. Este proceso ha permitido que la Iglesia conserve su autenticidad y autoridad, preservando el mensaje y los sacramentos tal como fueron instituidos por Jesucristo.
La Sucesión Apostólica: Garantía de Continuidad
Es a través de esta Filiación Apostólica que la Iglesia ha mantenido su vínculo inquebrantable con los Apóstoles y, por ende, con Cristo mismo. Solo los obispos, como sucesores directos de los Apóstoles, tienen la capacidad y autoridad de transmitir válidamente el sacerdocio. Esta transmisión asegura que los sacramentos administrados por estos sacerdotes son auténticos y eficaces, ya que provienen de una línea de sucesión que se remonta a Jesucristo.
Los santos órdenes de todos los patriarcados, tanto en Oriente como en Occidente, tienen su origen en Jesucristo. Cuando los obispos confieren el sacerdocio respetando la intención de hacer lo que la Iglesia ha hecho históricamente, los sacramentos son indudablemente válidos. Esto es particularmente importante en Iglesias con una rica tradición de sucesión apostólica, como las de Jerusalén, Antioquía, Alejandría, Roma, Constantinopla y Moscú, cuyos obispos son reconocidos como verdaderos sucesores de los Apóstoles. Además también el místico Patriarcado Joanita mantiene sus líneas sucesorias que transitan por el interior de todas las demás Iglesias.
Obispo confiriendo la ordenación sacerdotal a un nuevo sacerdote, representando la continuidad de la sucesión apostólica en la Iglesia Católica.
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La Validez de las Ordenaciones y el Papel de los Obispos
El sacerdocio en la Iglesia no es simplemente un oficio otorgado por la autoridad humana, sino un sacramento instituido por Dios mismo. Jesucristo, el Sacerdote eterno, confirió la plenitud del sacerdocio a sus Apóstoles, otorgándoles a ellos y a sus sucesores el derecho exclusivo de transmitir este poder. La perpetuación de este sacerdocio se realiza a través del rito de la ordenación, un acto sagrado en el que el obispo, como único ministro del sacramento del orden, confiere la autoridad y los poderes sacerdotales.
Las ordenaciones en las Iglesias orientales, conocidas como Quirtonías, son perfectamente válidas y son reconocidas como tales por la Iglesia romana (tal como expuso en su Discurso, el Cardenal Lercaro, en el Colegio Griego de Roma el 11 de noviembre de 1964). Esto se debe a que, a lo largo de los siglos, estas Iglesias han mantenido una fidelidad estricta al rito y a la intención requeridos para la transmisión del sacerdocio. De este modo, estas ordenaciones continúan siendo un vínculo visible e inquebrantable con la Iglesia primitiva.
Ceremonia de ordenación en una catedral con varios obispos rodeando al candidato, destacando la importancia de la sucesión apostólica en la Iglesia.
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Intención y Forma en la Ordenación Sacerdotal
La ordenación sacerdotal no solo imprime en el ordenado un carácter indeleble, sino que también es un acto que requiere una intención clara y correcta por parte del obispo que la realiza. Esta intención, sin embargo, no es solo una disposición personal e interior, sino que debe expresarse explícitamente en la agregación de las doctrinas del Santo Sacrificio Eucarístico y de la naturaleza sacrificial del sacerdocio. Para que una ordenación sea válida, es crucial que se utilicen tanto la materia adecuada, que es la imposición de manos, como la forma correcta, que es el prefacio consagratorio. Este prefacio debe indicar claramente el orden conferido, su naturaleza y sus poderes.
León XIII, en su encíclica Apostolicæ Curæ del 13 de septiembre de 1896, explicó que “Aquel que, en la confección y colación de un sacramento emplea seriamente y según el rito, la materia y la forma requerida, se presume, por el hecho mismo, haber tenido la intención de hacer lo que hace la Iglesia” . Este principio asegura que un sacramento es válido incluso si es conferido por un hereje, siempre que se siga el rito católico.
Rito de ordenación sacerdotal en un monasterio antiguo, con monjes participando en la ceremonia, representando la sucesión apostólica en su forma más pura.
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El Reconocimiento de las Iglesias Históricas
A lo largo de la historia, han existido ramas eclesiásticas tanto en Oriente como en Occidente que han preservado la sucesión apostólica sin sombra de duda. Estas Iglesias, gracias a su fidelidad a las prácticas y doctrinas apostólicas, han asegurado que sus órdenes sean universalmente reconocidos como válidos. En estas Iglesias, los obispos no solo son considerados como líderes espirituales, sino también como guardianes de una tradición que se remonta a los mismos Apóstoles.
San Agustín, uno de los Doctores de la Iglesia, señaló la importancia de esta sucesión cuando dijo: “En virtud del carácter indeleble que le ha sido conferido en su consagración, un obispo consagrado válidamente, pero excomulgado posteriormente, o solo separado de la Iglesia, conserva el poder de transmitir los órdenes válidos a otros, quienes, a su vez, pueden transmitir válidamente”.
El Carácter Indeleble del Sacerdocio
La Iglesia enseña que la ordenación sacerdotal imprime un carácter indeleble en la persona del ordenado, un signo espiritual que no puede ser borrado. Incluso si un sacerdote es suspendido, prohibido o excomulgado, su capacidad para ejercer los poderes sacerdotales permanece intacta. Esta doctrina fue solemnemente definida en el Concilio de Trento y ha sido sostenida por la Iglesia a lo largo de los siglos.
Santo Tomás de Aquino también explicó que “Incluso los herejes o excomulgados, los obispos ordenan y consagran válidamente” (Suma teológica cuestión 38 art. 2). Este principio subraya la importancia del carácter sacramental y la indelibilidad del sacramento del orden.
El Rol del Rito Bizantino y la Ordenación Válida
En la práctica de la ordenación, es tradición que se requieran tres obispos para la colación del episcopado. Sin embargo, tras el enfrentamiento de diversas opiniones, el Código de Derecho Canónico estableció que los dos obispos co-consagradores son simples asistentes, pudiendo un solo obispo asegurar la validez de la consagración. Este principio se aplica en diversas tradiciones litúrgicas, como el rito bizantino, que al igual que el rito romano del siglo III, expresa de manera inequívoca la intención requerida para la colación válida de los santos órdenes.
Toda ceremonia de ordenación incluye varios elementos esenciales: la intención deseada, la materia adecuada, que es la imposición de manos y la presentación de los instrumentos, y la forma propia, que es el prefacio consagratorio según el ritual de los obispos. Tertuliano, otro Doctor de la Iglesia, nacido en Cartago en el 155, dijo: “¿Eres obispo? Tienes una sucesión apostólica, despliega la lista de tus obispos que te han precedido y consagrado”. Este llamado a la transparencia y continuidad histórica es lo que asegura la validez y legitimidad de la autoridad eclesiástica a lo largo de los siglos.
Obispo y sacerdote celebrando una liturgia en un monasterio de estilo bizantino,
reflejando la continuidad de las tradiciones apostólicas.
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En resumen, la Filiación Apostólica no solo garantiza la continuidad del sacerdocio y los sacramentos, sino que también es un testimonio vivo de la fidelidad de la Iglesia a las enseñanzas de Cristo y de los Apóstoles. A través de esta sucesión, la Iglesia mantiene su conexión con los orígenes mismos de la fe cristiana, asegurando que el mensaje de salvación y los medios para alcanzarla se transmitan fielmente a cada nueva generación de creyentes.
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