Almanaque Gnóstico
Jueves Santo
El Jueves Santo o la Quinta Celebración de Ordenación nos muestra el acontecimiento de Ieshuah el Cristo, dándonos el sacramento de la Eucaristía. Primeramente el Salvador lava los pies de los discípulos, enseñándoles que quien aspire al conocimiento de la Gnosis precisa antes servir a todos. Lo mismo hace el Obispo con los Sacerdotes, y con las demás personas. De esta forma Ieshuah se revela como el Eterno Sacerdote Supremo del Misterio, lo que podemos observar en el curso de la Eucaristía tras la consagración. En la Custodia (objeto en el que se expone la Hostia consagrada) o en la cruz llameante, la Iglesia mantiene una Hostia consagrada al servicio de la Gracia Divina, la Adoración del Cuerpo de Dios. Durante la Misa de la Quinta Festividad Santa, la Hostia es renovada para el próximo año, siendo la anterior consumida. Ahora, comprenderemos el profundo significado del “Cuerpo y Sangre del Logos”. La reverencia y la adoración son sentimientos impopulares en una cultura secular, mas es esencial para nuestro acceso a los misterios. Aquí Ieshuah dice estas santas palabras “Yo soy el pan de Vida, Soy el pan vivo que viene del cielo; aquél que come de este Pan vive para siempre”. Ieshuah no se refería a la MUERTE, sino a la VIDA por antonomasia.

Lecturas
1 Corintios 11:23-26 (RVC)
Yo recibí del Señor lo mismo que les he enseñado a ustedes: Que la noche que fue entregado, el Señor Jesús tomó pan, y que luego de dar gracias, lo partió y dijo: «Tomen y coman. Esto es mi cuerpo, que por ustedes es partido; hagan esto en mi memoria.» Asimismo, después de cenar tomó la copa y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto, cada vez que la beban, en mi memoria.» Por lo tanto, siempre que coman este pan, y beban esta copa, proclaman la muerte del Señor, hasta que él venga.
Juan 13:1-15 (BLP)
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de dejar este mundo para ir al Padre y habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, llevó su amor hasta el fin. Se habían puesto a cenar y el diablo había metido ya en la cabeza de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de traicionar a Jesús. Con plena conciencia de haber venido de Dios y de que ahora volvía a él, y perfecto conocedor de la plena autoridad que el Padre le había dado, Jesús interrumpió la cena, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura. Después echó agua en una palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura. Cuando le llegó la vez a Simón Pedro, este le dijo: Señor, ¿vas a lavarme los pies tú a mí? Jesús le contestó: Lo que estoy haciendo, no puedes comprenderlo ahora; llegará el tiempo en que lo entiendas. Pedro insistió: Jamás permitiré que me laves los pies. Jesús le respondió: Si no me dejas que te lave, no podrás seguir contándote entre los míos. Le dijo entonces Simón Pedro: Señor, no sólo los pies; lávame también las manos y la cabeza. Pero Jesús le replicó: El que se ha bañado y está completamente limpio, sólo necesita lavarse los pies. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos. Jesús sabía muy bien quién iba a traicionarlo; por eso añadió: “No todos estáis limpios.”
Una vez que terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a sentarse a la mesa y les preguntó: ¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y tenéis razón, porque efectivamente lo soy. Pues bien, si yo, vuestro Maestro y Señor, os he lavado los pies, lo mismo debéis hacer vosotros unos con otros. Os he dado ejemplo para que os portéis como yo me he portado con vosotros.
Tomás 38
Dijo Jesús: «Muchas veces deseasteis escuchar estas palabras que os estoy diciendo sin tener a vuestra disposición alguien a quien oírselas. Días llegarán en que me buscaréis (y) no me encontraréis».

Comentario
✨ Jueves Santo:
El misterio del Amor que se entrega
Los tres días del Triduo Pascual están concebidos litúrgicamente como una única celebración. Por ello, al comenzar la celebración del Jueves Santo se da la bienvenida a los fieles, pero no se les despide hasta el final de la Vigilia Pascual del Sábado Santo. En medio, todo es continuidad, todo es unidad.
Esta concepción de los Tres Días como una única acción de Jesús es profundamente significativa: no son tres momentos aislados, sino tres expresiones de una misma realidad espiritual. En el Jueves Santo se revela la entrega; en el Viernes Santo, esa entrega es consumada; y en la Vigilia del Sábado, esa entrega es glorificada y vuelta vida.
🕊️ El Lavatorio: amar sirviendo
El relato del lavatorio de los pies, con el conmovedor contrapunto de Pedro, encierra un mensaje claro y profundo. Jesús, Maestro y Señor, se ciñe la toalla y asume el oficio del siervo: lava los pies de sus discípulos.
Este gesto no es una simple lección de humildad, sino la revelación de una nueva forma de entender las relaciones: servir no por subordinación, sino por amor. Como bien señala el Evangelio: “Los amó hasta el extremo”.
Así se manifiesta una enseñanza gnóstica fundamental: el que aspira al conocimiento debe aprender primero a ponerse al servicio de los demás. La Luz que no sirve para alumbrar a otros, se apaga.

🍷 La Santa Cena: hacerse alimento
En la mesa de la Última Cena, Jesús no sólo reparte el pan y el vino; Él mismo se convierte en pan y vino. Esta transformación no es un truco ritual ni un misterio mágico, sino un acto existencial: es el ser entero de Jesús hecho entrega, hecho alimento.
«Esto es mi cuerpo…», «Ésta es mi sangre…» no son fórmulas litúrgicas vacías, sino expresiones vivas de una vida que se dona sin reservas. El Logos encarnado no enseña solo con palabras: Él se parte, se reparte, se entrega.
Esta entrega es el verdadero acceso al Misterio. Todo aquel que desea alcanzar la vida gnóstica debe, como Él, convertirse en pan y vino para otros. Amar es darse, y darse es vivir en Dios.
🔥 Triduo: una sola llama
El Jueves Santo, en esta Quinta Celebración de Ordenación, contemplamos el origen de todo ministerio sacerdotal: el amor que se hace servicio y el servicio que se hace entrega.
La Iglesia, a través de la Eucaristía y del Lavatorio de los pies, revela el corazón de su Misterio: una Hostia consagrada expuesta a la adoración no es sino el Cuerpo del Amor que se ofrece para vivificar.
Como dijo Ieshuah: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre”. No se refería a la muerte, sino a la Vida por antonomasia.

Lavatorio de los pies
Después de la homilía, si conviene pastoralmente, se realiza el lavatorio de pies.
Los hermanos designados, acompañados por los ministros, van a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar adecuado. El sacerdote, dejando la casulla si parece necesario, se acerca a cada una de las personas designadas y, con la ayuda de los ministros, les lava los pies y se los seca.

Plegaria
Dios nuestro, reunidos para celebrar la santísima Cena en la que tu Hijo unigénito, antes de entregarse a la muerte, confió a sus discípulos el nuevo y eterno sacrificio, banquete pascual de su amor, concédenos que, de tan sublime misterio, brote para nosotros la plenitud del amor y de la vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad de la Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
Misa
Jueves Santo
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