Almanaque Gnóstico
El nacimiento de San Juan Bautista
El día de San Juan es el 24 de Junio. En muchos países de Europa, a las hogueras del solsticio de verano se las llama Hogueras de San Juan. San Juan es una grande y misteriosa figura que vino a ser llamado por los Mandaens “el Hombre de la Luz”. En la mente de los primeros cristianos existía una fuerte necesidad de experimentar la gran luz de la hoguera y venerar a un Hombre santificado por la Luz. San Juan era un maestro que iniciaba a las personas en los pequeños misterios, preparándoles para que recibieran la Gran Iniciación del Cristo Cósmico. Por ello decimos que recibimos una iniciación interior en el misterio del solsticio, para profundizar en nuestra propia percepción de la Luz.
Lecturas
Hechos de los Apóstoles 13:24-25 (DHH)
Antes que Jesús viniera, Juan anunciaba el mensaje a todo el pueblo de Israel, diciéndoles que debían volverse a Dios y ser bautizados. Y cuando Juan se iba acercando al fin de su vida, dijo: “Yo no soy lo que ustedes piensan; pero después de mí viene uno a quien yo ni siquiera merezco desatarle las sandalias de los pies.”
Lucas 1:57-66,80 (RVC)
Cuando se cumplió el tiempo, Elisabet dio a luz un hijo. Y cuando sus vecinos y parientes supieron que Dios le había mostrado su gran misericordia, se alegraron con ella. Al octavo día fueron para circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías. Pero su madre dijo: «No, va a llamarse Juan.» Le preguntaron: «¿Por qué? ¡No hay nadie en tu familia que se llame así!» Luego le preguntaron a su padre, por señas, qué nombre quería ponerle. Zacarías pidió una tablilla y escribió: «Su nombre es Juan.» Y todos se quedaron asombrados. En ese mismo instante, a Zacarías se le destrabó la lengua y comenzó a hablar y a bendecir a Dios. Todos sus vecinos se llenaron de temor, y todo esto se divulgó por todas las montañas de Judea. Todos los que oían esto se ponían a pensar, y se preguntaban: «¿Qué va a ser de este niño?» Y es que la mano del Señor estaba con él.
El niño fue creciendo y fortaleciéndose en espíritu, y vivió en lugares apartados hasta el día en que se presentó públicamente a Israel.
Tomás 46
Dijo Jesús: «Desde Adán hasta Juan el Bautista no hay entre los nacidos de mujer nadie que esté más alto que Juan el Bautista, de manera que sus ojos no se quiebren. Pero yo he dicho: Cualquiera de entre vosotros que se haga pequeño, vendrá en conocimiento del Reino y llegará a ser encumbrado por encima de Juan».
Comentario
Juan
La figura de Juan el Bautista ha hecho correr ríos de tinta en la historia del cristianismo. El nombre Juan significa “Don de Dios”. San Juan es conocido también como “el Precursor”. Es venerado como un importante personaje religioso en el cristianismo, el islam y la fe bahá’í. Está considerado un profeta por todas estas confesiones y varias ramas del cristianismo le han proclamado santo. Es considerado un personaje muy importante en el mandeísmo, pero no su fundador.
San Juan y el Bautismo
San Juan usaba el bautismo como sacramento central de su movimiento mesiánico. Bautizó a Jesús y varios evangelios cuentan que algunos de los seguidores de Jesús habían sido antes discípulos de San Juan. Algunos expertos mantienen que San Juan estaba influenciado por los esenios, una secta con algunas características ascéticas que esperaba un apocalipsis y practicaba rituales muy relacionados con el bautismo aunque no hay evidencias que apoyen esta hipótesis y si hubiera otros argumentos no tan evidentes al público general, tampoco serían de utilidad a este comentario que nos ocupa hoy.
San Juan en los Evangelios
Juan el Bautista es mencionado en los cuatro evangelios canónicos y en el evangelio no canónico de los nazarenos. Los evangelios sinópticos (de Marcos, Mateo y Lucas) describen el bautizo de Jesús. En el Evangelio de San Juan hay una mención tácita del hecho.
¿San Juan es el profeta Elías?
Es curioso ver que si bien el mismo dice que no es el profeta Elías (Juan 1:21), en cambio Jesús afirma que lo es (Mateo 11:14, Mateo 17:11-13), además el Ángel que se aparece a Zacarías para anunciar que va a nacer le dice que Juan tendrá el espíritu de Elías (Lucas 1:16-17). Digo que es curioso porque estas cosas nos introducirían en un debate sobre la reencarnación que escaparía a los objetivos de este comentario y que entraría en el estudio en detalle del catecismo gnóstico que, además, daría los motivos a la iglesia romana para justificar su acusación de herejía. Yo me pregunto, ¿cómo explicarían ellos estas cosas?
El Evangelio de Lucas
Pero continuemos con el tema que nos ocupa, hecho este repaso general a la figura de San Juan, centrémonos un poco más en el evangelio de Lucas que hemos leído:
El lenguaje de este evangelio viene constituido, como siempre, por las palabras que usa, pero también por la misma figura de San Juan. Los evangelios nos hablan de Jesús. ¿Por qué, pues, todos ellos nos presentan también la figura de San Juan?
Llamados a crecer
La respuesta parece clara: es una forma de indicarnos que Jesús no debe entenderse como persona aislada que aparece de repente, como las setas. Jesús es «el hijo del hombre», hijo de la Humanidad, en conexión con toda la historia precedente, y más concretamente con la historia del Pueblo de Israel. Juan y Jesús, no deben entenderse como figuras paralelas sino consecutivas, la una tras la otra: Juan precede y prepara a Jesús, Jesús continúa y complementa a Juan. Juan y Jesús visualizan la totalidad de la historia humana y de cada persona humana. Empezamos siendo como Juan, pero estamos llamados a ser como Jesús. O dicho más sencillamente: empezamos niños, bajo normas y leyes, … pero estamos llamados a convertirnos en adultos y libres: hijos en el Hijo.
Y ese es el significado de las palabras y los ritos que hemos leído.
Llamados a la Plenitud
En primer lugar encontramos una expresión solemne: «Cuando se cumplió el tiempo». Nuestra Historia está formada por diferentes tiempos: empezamos siendo bebes, después nos hacemos niños, después adolescentes, mayores de edad, y llegamos a la madurez. San Juan marca el límite de una etapa, y su trabajo es anunciar la nueva y definitiva: aquella que inaugurará Jesús: la PLENITUD (Lucas 14,17 ss).
Una gran alegría
Parecía imposible llegar a la «madurez» de la que hablaba la Biblia: Zacarías e Isabel son ya viejos y estériles. Pero, he aquí que han tenido un hijo, y, además, el que marca el final de una etapa que estaba destinada a preparar la definitiva (>dudas de Zacarías. Lucas 1, 18ss). De aquí la gran alegría.
Don de Dios
La discusión sobre el nombre es muy significativa. Querían ponerle el nombre de su padre para conectar así con toda la tradición anterior. Pero la «tradición» tiene valor e importancia porque mira hacia Jesús; apunta hacia la Plenitud. Por eso el hijo de Zacarías e Isabel no debe llevar un nombre que le haga mirar hacia atrás sino hacia adelante. «Tiene que llamarse Juan». Como ya he dicho, «Juan» significa «don de Dios». En este caso no se quiere indicar que él sea «el don de Dios», sino que su misión será hacer descubrir al Pueblo de Israel que ya está presente aquel que es realmente el «don de dios», que es Jesús.
Las tablillas
Que Zacarías lo tenga que escribir en unas «tablillas», es una forma de recordar las «tablas de la Ley». Toda la Ley (los famosos 10 Mandamientos) mira hacia Jesús. Interpretarla de otra forma, como harán los maestros de la Ley condenando a Jesús (Lucas 22,66 ss), será un abuso y una desobediencia a la misma.
El Precursor
En el relato se destaca la sorpresa, admiración y alegría de la gente. «¿Quién será, este chico?, Todo el mundo se preguntaba”. Es una manera de indicar que la presencia del «precursor» despierta la esperanza de todo el pueblo. De alguna forma el protagonista de todo es el pueblo de Israel. Como pueblo elegido, Israel es también el «precursor» de Jesús, que inaugura la plenitud del Hombre.
Un sacerdote en el desierto
Puede sorprender el final del relato de hoy: «El chico … vivió en lugares apartados hasta el día que se manifestó a Israel». Él es sacerdote, porque era hijo de un sacerdote (así era la tradición). Su lugar sería, pues, Jerusalén, al servicio del Templo. En cambio, vivirá en el desierto, apartado del Templo. Es para indicar que el «templo» definitivo no es el Templo de Jerusalén. Es sólo un templo-precursor. La presencia, ya actual pero aún desconocida, de Jesús, hace que el «Precursor» no se tenga que dedicar al Templo sino que inicie un nuevo éxodo hacia la nueva Tierra Prometida. Su lugar será en el Jordán, el río que separa el Desierto de la Tierra Prometida.
El HOMBRE será el templo
Allí coincidirán San Juan y Jesús. San Juan, para indicar a todos la presencia de Jesús; Jesús, para inaugurar la nueva Tierra Prometida, bajo un cielo abierto y con el testimonio solemne del propio Dios: «Tú eres mi Hijo, mi amado, en ti me he complacido» (Lucas 3,22). Ya no será necesario ningún «templo», porque Jesús mismo, el Hombre, será el «lugar» de la presencia de Dios.
La Ley llevada a su extremo
En el Antiguo Testamento, bajo la Ley de Moises, como dice el Evangelio de Tomás que hemos leído hoy, nadie habrá más grande que San Juan, porque entendió que había que llevar la Ley a su extremo, como así hicieron los Esenios (una de las posibles raíces del nombre Esenio sería Asaim (hacedores) ya que ellos decían «si la Toráh lo dice, lo hacemos”, aunque existen otras posibles raíces…), como decía había que ser cumplidores de la Ley de modo que sus ojos no se quiebren ( o interpretándolo: que nos sintamos libres de pecado y limpios).
La Santa Gnosis es la Vida Eterna
Pero una vez hecho lo anterior, debemos hacernos pequeños, es decir, humildes, ver que de nada sirve todos eso si no conocemos a Dios ni su Reino y recomenzar nuestra búsqueda siguiendo los pasos de nuestro único Maestro y Señor, el Cristo-Jesús, para que nos sea dada la Santa Gnósis que es lo que da la Vida Eterna además de ser ella misma la Vida Eterna.
Plegaria
Dios nuestro, que confiaste a san Juan Bautista la misión de preparar para Cristo, el Señor, un pueblo bien dispuesto, concede a tu Iglesia la gracia de la alegría espiritual, y dirige los corazones de los fieles por el camino de la salvación y de la paz.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad de la Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
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