Presentación de la Gnosis
El vocablo gnósis es griego y significa «conocimiento»; es el sustantivo del verbo gignósko, «conocer». En la lengua clásica normal, y en menor medida en la koiné, o lengua común helenística, los significados de los términos gnósis y epistéme, de parecido significado, se interseccionan. En el uso filosófico, epistéme suele presentar el significado de «ciencia» o «conocimiento científico» en cuanto opuesto a «opinión»; gnósis, por su parte, significa el simple conocimiento en cuanto opuesto a «ignorancia» (denominada precisamente ágnoia).
La Gnosis, en su acepción real, significa CONOCIMIENTO PURO, un Conocimiento-Sabiduría por el cual conocer es, al mismo tiempo, ser. Es un conocimiento catártico que lleva a la Metanoia, y es totalmente diferente y distinto de lo que se entiende por Cultura y Erudición. Reizenstein la define como “El Conocimiento inmediato de los Misterios de Dios, recibido a través de comunicación directa con lo Divino”; Liechtenhan escribe, “Gnosis equivale a Conocimiento de lo interno y revelación oculta no velada que es, al mismo tiempo, comprensión de la revelación externa velada”, lo que equivale a decir “Doctrina Secreta”, “Misterio”, en el que pueden participar solamente aquellos que han experimentado una “Myesis”, una iniciación que les distingue de los demás hombres.
La Gnosis, entendida así, como un conocimiento directo, es la suma de todas las iniciaciones precristianas, y en este sentido es la Tradición Sagrada de todos los tiempos, o también la Ciencia integral transmitida por los Colegios Iniciáticos de Oriente y Occidente. La Gnosis, por consiguiente, es precristiana, y (con la suma de todas las enseñanzas recogidas de todas las fuentes) confluye en el Cristianismo original, del que constituye precisamente la verdadera esencia.
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El drama del hombre consiste en su actual existencia (del latín existere, es decir, estar fuera), en inclinarse hacia abajo constriñéndose su alma en un cuerpo hecho de carne y de ignorancia (= el instrumento creado por su consciencia para poder experimentar la dimensión material). Es precisamente esta ignorancia suya de la propia esencia real y destino la que lo lleva poco a poco a identificarse con el cuerpo, es decir, su naturaleza inferior, lo cual le induce a considerarse el producto finito de la evolución natural (simplemente y nada más que un animal superior), en vez de colaborador e instrumento de Dios para la construcción de nuevos cielos y nuevas tierras.
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Por lo tanto la meta de la Gnosis (y de cualquier iniciación auténtica) es el despertar para una reconquista de la propia naturaleza y esencia olvidada; y hacer posible el despertar significa encontrarse en la propia plenitud y dignidad integral: es un encontrarse para reconquistarse y ser aquello que en el fondo hemos dejado de ser, porque igualmente hemos perdido la consciencia.
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Es solamente mediante la Gnosis por la que el hombre puede abrir un paso en su prisión y liberarse en cuanto toma consciencia de cómo es realmente; de cómo ha sido producido, de su origen y de su verdadera naturaleza: se conoce o mejor se reconoce a sí mismo bajo las más variadas denominaciones y expresiones.
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Pablo fue un iniciado de la Gnosis precristiana y también un divulgador independiente, con su propia gnosis interior madurada en los contactos con el pensamiento de las escuelas internas así como de la comunidad gnóstica externa. Él no predicó el Jesús histórico, sino el Cristo místico, que es el misterio básico de la Gnosis.
Sus epístolas tienen intercalados conceptos y términos de los que no se encuentran trazas en la tradición del Cristianismo ortodoxo, sino que son, al contrario, fundamentales en la transmisión de la Gnosis. El cuadro que presentan las Epístolas de Pablo se refiere a la anatomía oculta del hombre y otras cosas propias de un gnóstico independiente que ha realizado la iluminación interior y que se encuentra en contacto con las ideas de las Escuelas Gnósticas por un lado y las distintas especies de comunidad externa por otro (= la Sinagoga de los Hebreos ortodoxos y la comunidad externa de los Esenios) con la característica del ambiente original en el que precisamente surge el Cristianismo histórico, que era entonces un modo de vida y no un dogma.
Fue debido a la obra de Pablo que el Cristianismo se difundió como una mancha de aceite y la explicación de tal prodigiosa difusión entre los paganos se debe al hecho de haberse propagado hasta Alejandría, cuna del Neoplatonismo, donde se reunieron todos los exponentes mayores de la inteligencia de la época. La Nueva Palabra fascinó las almas porque los sabios reconocieron la continuación de la Gnosis perenne, por la cual la filosofía de Platón se fundía en la tradición esenia y de esta ósmosis entre la rosa y la cruz floreció el Cuarto Evangelio.
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Y aunque los gnósticos -convertidos en incómodos para la jerarquía eclesiástica que estaba estructurándose en iglesia de estado con el apoyo del poder temporal- fueron separados como heréticos, se puede advertir siempre la huella profunda de su impronta indeleble; y es que en realidad la Teología cristiana nació de la Gnosis, como gnósticas son su simbología y liturgia.
Pero como siempre sucede, la historia la escriben los vencedores del momento y por ello los vencidos son descritos invariablemente como traidores y subversivos; y así los gnósticos -que no habían querido aceptar el compromiso de la profanación del Cristianismo primitivo- fueron tachados de herejía, perseguidos y su doctrina distorsionada y dispersada.
Durante siglos el Gnosticismo fue obligado a esconderse bajo denominaciones protectoras y a operar en la clandestinidad, sobreviviendo en algunas comunidades internas del mismo Cristianismo, y continuó solamente en su forma religiosa, la precristiana iniciática. Por ello se deberá llegar al final del siglo séptimo para encontrar sus reminiscencias más o menos esporádicas en las Iglesias libres orientales, que no habían querido reconocer la hegemonía de Roma, como la Iglesia Copta, la Armenia, la Jacobita, Siria y la Pauliciana.
Esta última pasará después de Armenia a la península balcánica en Tracia y en Bulgaria, desde donde se extenderá a Dalmacia y posteriormente al sureste de Francia y noroeste de Italia.
En los países eslavos los Paulicianos eran llamados también con un término local que significaba “los Enamorados de Dios”, pero en general fueron conocidos con el nombre de “Cátaros” (= Puros) y el Catarismo fue la última forma mediante la cual se expresó en el pasado el Gnosticismo.
El tercer periodo del Gnosticismo es el moderno, resultante de la integración de las distintas corrientes iniciáticas: Rosacruz, Masónica, Martinista y Religiosa. De esta forma pueden reconocerse en el Gnosticismo, desde su pasado remoto hasta hoy, tres periodos o fases sucesivas.
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Dieciocho siglos nos separan de aquellos indómitos buscadores de la Verdad, hombres dispuestos a observarse a sí mismos y al mundo sin distorsiones, hombres sensibles y profundamente religiosos como para avisar acerca del dolor y la inmundicia de la condición existencial, y sin embargo tan sinceros como para aceptar en su propia vida las trágicas implicaciones que su actitud podía llevar consigo.
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Los tiempos parecen maduros en el movimiento circular de toda temporalidad para transmitir, dentro de los límites consentidos del secreto iniciático, los fragmentos de cuanto nosotros hemos captado directamente de las fuentes mismas, acerca de las enseñanzas y las disciplinas gnósticas, así como de aquellas que nos han sido transmitidas por los que estaban investidos de forma válida.
Si queréis más información podéis escribirnos desde la página de contacto.
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