Almanaque Gnóstico
Sábado Santo y Vigilia Pascual
El Sábado Santo se encuentra en el periodo entre la crucifixión y la resurrección. En la edad media los clérigos y monjes de la Iglesia representaban una dramatización sagrada llamada “Cada Hombre”; una de ellas fue “La Angustia del Infierno”. En esta obra, Ieshuah desciende al Infierno y se enfrenta a Satán y lo somete. Entonces, la Luz del Salvador llega a todas las almas rescatándolas de la agonía de los valles de Eva, y quebrando las puertas del Infierno para conducir a todas las Almas a los reinos superiores. Por todo ello y por mucho más, es importantísimo participar de las ceremonias de este día.
En la Vigilia Pascual se realiza la ceremonia de la Bendición del Fuego. El santuario de la Iglesia queda en total oscuridad para representar el descenso de la luz del Salvador sobre las tinieblas. Se enciende un fuego fuera de la Iglesia con resinas de incienso y los ramos sobrantes del domingo de ramos. A continuación se encienden tan sólo tres velas, y precedidos de una cruz, el Sacerdote y dos Diáconos entran en el Santuario, simbolizando el retorno de la Luz. Las luces de la Iglesia son encendidas con esta Tríplice Vela, incluyendo el Cirio Pascual. ¡He aquí la Luz del Mundo!

Bendición del fuego y preparación del Cirio
En un lugar adecuado, fuera de la iglesia, se enciende un fuego. Una vez que se ha congregado el pueblo en el lugar, se acerca el sacerdote con los ministros, uno de los cuales lleva el cirio pascual.
El sacerdote dice: En el nombre del Padre y del Hijo y de la Espíritu Santo, mientras él y los fieles hacen la señal de la Cruz; el sacerdote dice el saludo acostumbrado y recuerda brevemente el sentido de la vigilia nocturna, con estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos: En esta noche santa, en la que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la Vida, la Iglesia invita a sus hijos diseminados por toda la tierra a que se reúnan y permanezcan en vela para orar.
Si hacemos memoria de la Pascua del Señor, escuchando su Palabra y celebrando sus misterios, esperamos compartir su triunfo sobre la muerte y vivir siempre con él en Dios.
A continuación el sacerdote bendice el fuego y dice, con las manos extendidas:
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo has dado a tus fieles el fuego de tu luz, santifica + este fuego nuevo y concédenos que, por esta celebración pascual, seamos de tal manera inflamados con los deseos celestiales, que podamos llegar con un corazón puro a la fiesta de la luz eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Concluida la bendición del fuego nuevo, un ministro acerca el cirio pascual al sacerdote que marca sobre el mismo mientras tanto se dice:
- Cristo ayer y hoy, (Marca la línea vertical de la cruz)
- Principio y Fin, (marca la línea horizontal de la cruz)
- Alfa (marca la letra Alfa en la parte superior de la cruz)
- y Omega. (marca la letra Omega en la parte inferior de la cruz)
- A Él pertenecen el tiempo (marca en el ángulo superior izquierdo la primera cifra del año actual)
- y la eternidad. (marca en el ángulo superior derecho la segunda cifra del año actual)
- A Él la gloria y el poder, (marca en el ángulo inferior izquierdo la tercera cifra)
- por los aeones de los aeones. Amén. (marca en el ángulo inferior derecho la última cifra del año actual)
A continuación El sacerdote enciende el cirio pascual con la llama del fuego nuevo, mientras dice:
Que la luz de Cristo gloriosamente resucitado disipe las tinieblas de la inteligencia y del corazón.

Procesión
Después de encender el cirio, un ministro toma carbones encendidos del fuego nuevo y los coloca en el incensario. El sacerdote impone incienso. A continuación, el diácono u otro ministro idóneo recibe el cirio pascual y se ordena la procesión. El turiferario, con el turíbulo humeante, precede al diácono o al otro ministro que lleva el cirio pascual; siguen el sacerdote con los ministros y el pueblo, llevando en sus manos cirios apagados.
Ante la puerta de la iglesia, el diácono de pie, eleva el cirio y canta:
La luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
El sacerdote enciende, con el fuego del cirio pascual, la vela que tiene en sus manos.
Luego, en el medio del templo el diácono se detiene y, elevando nuevamente el cirio, canta por segunda vez:
La luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
Inmediatamente, todos encienden sus cirios con la llama que se transmite desde el cirio pascual; mientras tanto la procesión avanza hacia el presbiterio.
Cuando llega delante del altar, el diácono se detiene y mirando hacia el pueblo, eleva el cirio y canta por tercera vez:
La luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
El diácono coloca el cirio pascual en el altar.

Anuncio Pascual
Alégrese en el cielo el coro de los ángeles,
exulten los ministros de Dios,
y por la victoria de un Rey tan grande,
resuene la trompeta de la salvación.
Alégrese también la tierra inundada de tanta luz,
y brillando con el resplandor del Rey eterno,
se vea libre de las tinieblas
que cubrían al mundo entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
adornada con los fulgores de una luz tan brillante;
y resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.
Por eso, queridos hermanos, al contemplar
la admirable claridad de esta luz santa,
invoquemos la misericordia de Dios omnipotente,
y ya que sin mérito mío se dignó agregarme
al número de sus servidores,
me infunda la claridad de su luz,
para que sea plena y perfecta
la alabanza a este cirio.
El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
Realmente es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto de la mente y del corazón
al Dios invisible, Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Él pagó por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán, y borró con su sangre
la sentencia del primer pecado.
Estas son las fiestas pascuales,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en que sacaste de Egipto
a nuestros padres, los hijos de Israel,
y los hiciste pasar a pie por el mar Rojo.
Esta es la noche que disipó las tinieblas
de los pecados con el resplandor
de una columna de fuego.
Esta es la noche en que por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo,
arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y agregados a los santos.
Esta es la noche en la que Cristo
rompió las ataduras de la muerte
y surgió victorioso de los abismos.
¡De nada nos valdría haber nacido
si no hubiésemos sido redimidos!
¡Qué admirable es tu bondad con nosotros!
¡Qué inestimable la predilección de tu amor:
para rescatar al siervo, entregaste a tu propio Hijo!
¡Pecado de Adán ciertamente necesario,
que fue borrado con la sangre de Cristo!
¡Oh feliz culpa, que nos mereció tan noble y tan grande Redentor!
¡Noche verdaderamente feliz!
Sólo ella mereció saber el tiempo y la hora
en que Cristo resucitó del abismo de la muerte.
Esta es la noche de la que estaba escrito:
La noche será clara como el día,
la noche ilumina mi alegría.
Por eso, la santidad de esta noche
aleja toda maldad, lava las culpas,
devuelve la inocencia a los pecadores
y la alegría a los afligidos;
expulsa el odio, trae la concordia
y doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia, recibe, Padre santo,
el sacrificio vespertino de alabanza que la santa Iglesia
te presenta por medio de sus ministros,
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Ya sabemos lo que anuncia esta columna de fuego
que encendió la llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz
no disminuye su claridad al repartirla,
porque se alimenta de la cera
que elaboraron las abejas
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Noche verdaderamente dichosa,
en la que el cielo se une con la tierra
y lo divino con lo humano!
Por eso, te rogamos, Señor,
que este cirio consagrado en honor de tu Nombre,
continúe ardiendo para disipar la oscuridad de esta noche
y, aceptado por ti como perfume agradable,
se asocie a los astros del cielo.
Que lo encuentre encendido el lucero de la mañana,
aquel lucero que no tiene ocaso:
Jesucristo, tu Hijo, que resucitado de entre los muertos
brilla sereno para el género humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Lecturas
Génesis 1:26-31 (RVC)
Entonces dijo Dios: «¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza! ¡Que domine en toda la tierra sobre los peces del mar, sobre las aves de los cielos y las bestias, y sobre todo animal que repta sobre la tierra!» Y Dios creó al hombre a su imagen. Lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios con estas palabras: «¡Reprodúzcanse, multiplíquense, y llenen la tierra! Domínenla! ¡Sean los señores de los peces del mar, de las aves de los cielos, y de todos los seres que reptan sobre la tierra!»
Y dijo Dios: «¡Miren! Les he dado toda planta que da semilla y que está sobre toda la tierra, y todo árbol que da fruto y semilla. Ellos les servirán de alimento. Para toda bestia de la tierra, y para todas las aves de los cielos, y para todo lo que repta sobre la tierra y que tiene vida, toda planta verde les servirá de alimento.» Y así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho, y todo ello era bueno en gran manera. Cayó la tarde, y llegó la mañana. Ése fue el día sexto.
Mateo 18:1-10 (Peshitta)
Al amanecer del primer día de la semana, después de la tarde del día de reposo, fueron Mariam de Magdala y la otra Mariam a ver la tumba, y he aquí que se produjo un gran temblor, porque un ángel de Yahweh había descendido del Cielo y al llegar rodó la piedra de la entrada y se sentó sobre ella. Su apariencia era como la de un relámpago, y su vestidura blanca como la nieve.
Entonces los que estaban vigilando temblaron de miedo por causa de él, y estaban como muertos. Y habló el ángel, y dijo a las mujeres: No tengan temor, porque yo sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. Él no está aquí, porque ha resucitado tal como dijo. Vengan, vean el lugar donde fue colocado nuestro Señor, y vayan rápido a decir a sus discípulos que Él ha resucitado de entre los muertos . He aquí, Él irá delante de ustedes a Galilea; allí lo verán. Miren que se los he dicho. Ellas se marcharon de la tumba a toda prisa, con temor y gran gozo, y fueron corriendo a comunicárselo a sus discípulos.
Y he aquí que Jesús les salió al encuentro, y les dijo: La paz sea a ustedes. Entonces ellas se le acercaron, se abrazaron de sus pies y lo adoraron. Entonces Jesús les dijo: No tengan temor, sino vayan a avisar a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán.
Tomás 10
Dijo Jesús: «He arrojado fuego sobre el mundo y ved que lo mantengo hasta que arda».

Comentario
✨ Vigilia Pascual: el descenso y la Luz
📿 La Resurrección no se narra, se vive
Ninguno de los cuatro evangelios describe de forma explícita el momento de la Resurrección de Jesús. No hay testigos de un “instante” en el que pasa de muerto a resucitado. Muerte y Resurrección se funden, son inseparables. Lo que sí narran es la experiencia espiritual que en nosotros genera ese Misterio: el sepulcro vacío, el desconcierto, la aparición luminosa del Viviente, la transformación interior que de ello se deriva.
En otras palabras: la Resurrección no es un hecho histórico que se pueda documentar. Es una irrupción de sentido que toca lo más profundo de la conciencia y abre el alma a una Presencia nueva. Una Presencia que ya no es de carne y tiempo, sino de Luz y Eternidad.
🌄 La piedra ha sido retirada para siempre
El evangelio de Mateo, que leemos en esta Vigilia, presenta un relato cargado de simbolismo. Se produce un gran terremoto, como el que acompañó la muerte de Jesús. Un ángel del Señor, de apariencia resplandeciente, rueda la piedra del sepulcro y se sienta sobre ella. Esta imagen es poderosa: la piedra que separaba el mundo de los vivos del mundo de los muertos ya no tiene función, ha sido retirada, y sobre ella se posa la Presencia luminosa.
El mensaje es claro: el sepulcro no encierra a nadie. No hay un cadáver que buscar. Ya no se trata de encontrar un cuerpo, sino de abrir los ojos a una nueva realidad. Las dos mujeres que acuden al sepulcro reciben la invitación a mirar… y comprobar que está vacío.
⚖️ El contraste entre los que buscan y los que temen
Mateo subraya el contraste entre los soldados y las mujeres. Los guardas, los hombres armados y endurecidos, quedan “como muertos de miedo”. Pero a las mujeres, que se acercan con temor y amor, se les dice: «No temáis vosotras». Ellas permanecen despiertas, buscan, actúan. Se convierten en las primeras testigos de la Resurrección, no porque hayan sido elegidas por azar, sino porque han permanecido fieles en la oscuridad.
El Ángel del Señor que se sienta sobre la piedra tiene una apariencia que recuerda la Transfiguración: su rostro como un rayo, su vestidura blanca como la nieve. Mateo no lo dice abiertamente, pero sugiere que este ser glorioso es, en realidad, el mismo Jesús en su estado transfigurado. No es extraño que las mujeres no lo reconozcan: esperaban un cuerpo muerto, no una presencia gloriosa.
Por eso, el Cristo se humaniza de nuevo. Se les aparece como ellas pueden comprender, y se deja abrazar. Ellas se acercan, se abrazan a sus pies y lo adoran. Este gesto muestra un amor profundo, pero también una forma de querer retenerlo, de no dejarlo ir.
🤲 El amor que todavía no ha aprendido a soltar
Abrazarse a los pies del Resucitado es hermoso, pero también puede esconder un apego. En el Evangelio de Juan, Jesús dice a María Magdalena: «No me toques, porque aún no he subido al Padre». En Mateo no dice eso, pero sí les encomienda una misión: «Id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Ya no se trata de retener al Maestro, sino de seguir caminando con Él, aunque no se le vea. No es una ausencia, es una Presencia distinta. Una presencia que ya no se impone desde fuera, sino que habita desde dentro. Por eso el anuncio final será: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».

⛰️ Volver a Galilea: recomenzar con nueva Luz
¿Por qué volver a Galilea? ¿Acaso no pueden ver a Jesús en Jerusalén, como las mujeres? ¿Por qué se les pide a los discípulos que regresen al lugar del comienzo?
Galilea no es un punto geográfico. Es el símbolo del origen. Allí donde todo comenzó, pero al que ahora hay que volver desde la experiencia del Misterio. Volver a Galilea es recomenzar el camino con una conciencia transformada. Ya no es el seguimiento ingenuo de los primeros días, sino el seguimiento iluminado desde la cruz y la resurrección.
La Resurrección, por tanto, no es un hecho puntual ni comprobable. No se localiza en un tiempo ni en un espacio. Es un proceso que ocurre en el alma, una transfiguración silenciosa que nos permite reconocer al Viviente en lo cotidiano, en el otro, en lo oculto, en lo profundo.
🕰️ Cada alma tiene su noche santa
Cada ser humano tiene su propia noche. Un lugar interior donde las tinieblas parecen reinar, donde todo parece perdido, donde la esperanza se extingue. Y sin embargo, es allí donde el Cristo desciende. No para juzgar ni condenar, sino para rescatar.
Como en la antigua dramatización medieval de “La Angustia del Infierno”, el Salvador irrumpe en el Hades, rompe las puertas del abismo y conduce a las almas a la Luz. No lo hace como un espectáculo de poder, sino como un acto de amor absoluto. La Redención comienza desde el fondo, no desde lo alto.
🔄 La Resurrección no se impone: se ofrece
Aceptar esta transformación es una decisión libre. La resurrección no se impone. Es una oferta, una llamada, una posibilidad. Cada uno de nosotros puede responder con fe o con resistencia. Por eso las experiencias son tan distintas: hay quienes se abren y brillan, y hay quienes se cierran y se endurecen.
🧭 Conversión, comunidad y misión
La conversión no es solo un acto moral. Es un cambio de mirada, una nueva manera de convivir. La resurrección nos llama a pasar del yo al nosotros. Pero no cualquier grupo vale: hay grupos que nos poseen y nos apagan, y hay comunidades que nos ayudan a crecer y a servir.
Los discípulos, aún después de todo, todavía no comprenden del todo. No han acabado de sintonizar con el Crucificado. Por eso deben volver a Galilea. No para repetir el pasado, sino para dejarse transformar desde dentro. Es como repetir curso, pero con una luz nueva en los ojos.

Plegaria
Oh Dios, que has iluminado esta noche santísima con la gloria de la resurrección del Señor, aviva en nosotros el espíritu de la adopción filial, para que, renovados en cuerpo y alma nos entreguemos plenamente a tu servicio.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad de la Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
Misa
Vigilia Pascual
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